En El balcón en invierno, Luis Landero teje una narrativa introspectiva y biográfica que se balancea delicadamente entre la melancolía y el humor. Desde su balcón, el autor contempla la vida urbana mientras lucha con una novela en proceso que no termina de convencerlo. Este momento de introspección desencadena el recuerdo de una conversación crucial con su madre hace cincuenta años, marcando el inicio de una profunda exploración de su pasado.
La obra recorre la infancia de Landero en una humilde familia de labradores en Alburquerque, Extremadura, y su adolescencia en el barrio madrileño de la Prosperidad. A través de una narración que oscila entre la sinceridad implacable y el tono jocoso, descubrimos cómo un joven de un entorno casi analfabeto se enamora de la literatura y se propone convertirse en escritor, a pesar de las vicisitudes que enfrenta trabajando en comercios y oficinas, y estudiando en academias nocturnas. Además, Landero contempla brevemente abandonar todo para convertirse en guitarrista y vivir la vida de un artista.
El libro no solo es un relato personal, sino también un mosaico de anécdotas familiares y de la comunidad rural de hojalateros de la que proviene, poniendo en contraste la vida en el campo y la migración a las ciudades durante la posguerra. Estas historias, ricas en detalles sobre la cultura y costumbres de la época, ofrecen un retrato vívido de un tiempo y un estilo de vida que están desapareciendo.
La prosa de Landero es elegante y fluye con naturalidad, permitiendo que los recuerdos de infancia entre huertos y corrales, y las descripciones de su tierra natal, resurjan con una claridad insólita. A pesar de las críticas mixtas sobre el ritmo inicial del libro y la percepción de algunos lectores sobre su tono nostálgico, El balcón en invierno es una obra que captura con maestría la esencia de la memoria y el arte narrativo. Landero, con su estilo inconfundible, invita al lector a reflexionar sobre la vida, la literatura y el inexorable paso del tiempo.