En "Ante el dolor de los demás", Susan Sontag explora el complejo y a menudo contradictorio papel de la fotografía en la representación del sufrimiento humano. A través de un meticuloso análisis histórico, Sontag examina cómo las imágenes de conflictos y catástrofes han sido utilizadas para informar, manipular y, en ocasiones, sensibilizar al público. La autora inicia su ensayo con una reflexión sobre la objetividad y la subjetividad inherentes en cada fotografía, argumentando que cada imagen es tanto un registro fiel de la realidad como una interpretación personal del fotógrafo.
Sontag traza un recorrido histórico sobre el uso de la fotografía desde la Guerra de Crimea hasta conflictos más recientes, destacando cómo la intencionalidad detrás de cada imagen puede alterar la percepción de la realidad. Ejemplos como la famosa foto de la pareja besándose en París o la icónica imagen de la bandera estadounidense en Iwo Jima sirven para ilustrar cómo incluso las imágenes más reconocidas pueden ser el resultado de montajes o reconstrucciones diseñadas para maximizar su impacto emocional o estético.
La autora también aborda el poder de la fotografía para superar la narrativa en la descripción de eventos traumáticos, como en el caso de las imágenes de los campos de concentración en 1945, donde el horror visual captado por las cámaras fue más elocuente que cualquier relato escrito. Sontag señala la Guerra Civil Española como un punto de inflexión en la documentación fotográfica de conflictos, siendo una de las primeras guerras modernamente atestiguadas por un cuerpo de fotógrafos profesionales.
Además, Sontag discute cómo la televisión durante la Guerra de Vietnam transformó la percepción pública de los conflictos, haciendo más difícil la manipulación de las imágenes y exponiendo los horrores de la guerra a un público más amplio y en tiempo real. Este cambio marcó una era donde la imagen adquirió una nueva dimensión de credibilidad y urgencia informativa.
A pesar de cierta repetición en su argumentación, especialmente en la primera mitad del libro donde Sontag reitera ejemplos para fortalecer su tesis, la obra culmina con reflexiones profundas sobre la ética de la representación del dolor ajeno. Sontag desafía al lector a considerar las implicaciones morales de ser espectadores y, a veces, consumidores pasivos de la tragedia ajena, invitando a una comprensión más consciente y crítica de lo que las imágenes nos dicen y lo que ocultan.