En "Llamadme Alejandra", Espido Freire nos sumerge en la turbulenta Rusia de 1918, donde los ecos de la Revolución Bolchevique aún resuenan con fuerza. La historia se despliega desde la perspectiva de Alejandra Feodorovna, la última zarina, narrando los eventos que culminan en su trágico destino y el de su familia. La novela comienza con la familia real rusa, incluyendo a Nicolás II y sus cinco hijos, despertados abruptamente y forzados a prepararse para un traslado misterioso y alarmante bajo las órdenes del comisario Yurovski.
A través de un intenso monólogo interior, Alejandra rememora su vida anterior llena de contrastes: desde el esplendor de las ceremonias palaciegas hasta el horror del desencanto popular. La autora, aprovechando el centenario de la revolución, teje una narrativa que no solo refleja un periodo histórico significativo, sino que también explora la psique de una mujer que fue a menudo malinterpretada y despreciada por su entorno.
Antes de convertirse en zarina, Alejandra, originalmente la princesa Alix, se casó con Nicolás y adoptó la fe ortodoxa rusa, preparándose para un rol que nunca completamente lograría dominar. Su vida estuvo marcada por la tragedia, incluyendo el incidente mortal durante la coronación de Nicolás y las acusaciones continuas de traer mala suerte y desdicha al pueblo ruso. Freire pinta a Alejandra como una mujer de voluntad fuerte atrapada en las circunstancias implacables de su destino, contrastándola con Nicolás, descrito como un hombre de carácter débil no apto para el trono.
La narración se enriquece con apariciones de figuras históricas como la reina Victoria y Elisabeth de Austria, quienes influyeron en la vida de Alejandra. Estos personajes no solo añaden profundidad al relato, sino que también ayudan a contextualizar las complejidades políticas y sociales de la época. Espido Freire, con su propio trasfondo en un País Vasco conflictivo, traza paralelos entre la inestabilidad política de su juventud y la agitación que enfrentó Alejandra.
"Llamadme Alejandra" no es solo una reconstrucción histórica, sino también un intento de humanizar y reivindicar la figura de Alejandra Feodorovna, mostrándola más como una víctima de las circunstancias que como la antagonista que la historia a menudo ha sugerido. Freire nos ofrece una mirada íntima y compasiva hacia una mujer cuya historia merece ser contada con nuevas matices y mayor comprensión.
