En "Animales heridos", la primera novela para adultos de Elisenda Roca, nos sumergimos en una profunda exploración de las relaciones tóxicas, el amor y la capacidad humana para sobreponerse al dolor. La historia sigue a Nora, una mujer que, junto a su madre anciana Anna, enfrenta las secuelas de un divorcio tras un largo y dañino matrimonio. La madre de Nora, desorientada y lidiando con los primeros síntomas graves de pérdida de memoria, también se encuentra en un punto crítico de su vida.
Daniel y sus hijos, por otro lado, están tratando de superar una pérdida trágica e irreversible. En este entorno de dolor compartido, una casa en medio del bosque, donde la madre de Nora vivió momentos felices en su juventud, se convierte en el refugio de estos personajes. Este espacio no solo ofrece un escape físico sino también emocional, permitiendo que los personajes convivan y compartan sus experiencias y traumas personales.
El libro se adentra en cómo cada individuo, desde los más jóvenes hasta la madre mayor, confía sus secretos y miedos, buscando en el pasado las claves para sanar y avanzar. A través de esta convivencia, todos los personajes exploran su dolor y buscan reorientar sus vidas hacia un futuro más prometedor, aprendiendo a ofrecerse a sí mismos y a los demás una segunda oportunidad.
"Animales heridos" no es solo una novela sobre la superación personal y las segundas oportunidades; es también un estudio detallado de cómo las personas pueden ser marcadas por las experiencias pero no definidas por ellas. Elisenda Roca nos invita a reflexionar sobre nuestra propia capacidad de recuperación y cómo, a pesar de las "heridas" que la vida nos pueda infligir, la intensidad con la que vivimos también nos proporciona la fuerza para seguir adelante.
La autora, con su profundo entendimiento de las emociones humanas y su habilidad para retratar relaciones complejas, nos ofrece un espejo en el cual podemos vernos reflejados. Este libro no solo busca entretener, sino también provocar una introspección sobre cómo superamos los obstáculos y cómo, al igual que en la técnica japonesa del kintsugi, nuestras cicatrices pueden ser vistas no como algo que debemos ocultar, sino como parte integral y hermosa de lo que somos.