En la pulsante escena literaria de los noventa, marcada por la visceralidad y el desencanto juvenil, emerge "Sábado, domingo" de Ray Loriga, una obra que captura la esencia de una generación perdida entre el exceso y la apatía. Esta novela nos introduce en la vida de Federico, un joven que, arrastrado por la inercia de los días, se encuentra sumergido en una existencia sin cuestionamientos, dejándose llevar por las decisiones de su carismático amigo, El Chino.
La trama se despliega en un decisivo sábado, que empieza con una noche típica de Madrid: luces, alcohol y la eterna búsqueda de diversión. La historia toma un giro inesperado cuando Federico y El Chino, en un interludio en el Vip's, conocen a Fernanda, la camarera que cambiará el curso de la noche. Lo que sigue es un torbellino de eventos que culmina en un acto violento y borroso, un recuerdo suprimido por el dolor y la culpa que Federico arrastra consigo.
Años más tarde, un apacible domingo exige a Federico enfrentar aquel fatídico sábado. La segunda parte del libro explora la confrontación con los recuerdos y la inevitable aceptación de las consecuencias. Loriga magistralmente juega con la narrativa, alternando entre la frenética cadencia de la juventud madrileña y la sombría introspección de un domingo que obliga a sus personajes a mirar más allá de la superficialidad de sus vidas.
"Sábado, domingo" no solo es una exploración de los excesos y las secuelas de una noche de juerga, sino también una profunda reflexión sobre cómo recordamos y cómo esos recuerdos configuran nuestra realidad. La novela, impregnada de un realismo crudo y un diálogo auténtico, captura el espíritu de una época y un lugar, ofreciendo un retrato fiel de la juventud de los noventa, con todas sus contradicciones y desafíos.
Ray Loriga, con esta obra, no solo revive el tono y el estilo que marcó sus primeros éxitos, sino que también proporciona un espacio para reflexionar sobre la culpa, la memoria y la identidad. "Sábado, domingo" es una invitación a sumergirse en un fin de semana que, como la propia vida, está lleno de luces y sombras, de momentos efímeros y recuerdos perdurables.
