En "La Divina Mímesis", Pier Paolo Pasolini transforma la noción de realismo literario a través de un diálogo intenso y crítico con la obra de Dante y los estudios de Erich Auerbach. Este libro se presenta como un manifiesto en contra de las formas literarias convencionales y una exploración del lenguaje como materia prima de la expresión artística, donde se funden la lengua y la realidad, eliminando cualquier distinción entre el yo autoral y el mundo que representa.
Pasolini, influido por la idea de Auerbach de que la "contaminación" de variados materiales lingüísticos enriquece el realismo, busca en "La Divina Mímesis" alcanzar un realismo más profundo mediante la incorporación de elementos lingüísticos heterogéneos, tanto literarios como extraliterarios. Esta obra se revela como un texto abierto y dinámico, que se opone a las narrativas estilizadas y consoladoras de la neovanguardia, ofreciendo en su lugar un espacio donde la escritura y la realidad se interpenetran sin barreras claras.
La obra se posiciona también como un acto político, desafiando las estructuras literarias tradicionales y buscando resonar más allá de sus propias palabras. Pasolini conjura imágenes y experiencias, como la "luz meridional" o las "florcitas que proliferan reticularmente" en el Canto II, que aunque nunca se nombran del todo, persisten en el texto como manifestaciones del exceso de realidad que el lenguaje no puede completamente capturar.
"La Divina Mímesis" no solo reinterpreta la mímesis dantesca, sino que también propone una nueva forma de entender la escritura como un acto esencialmente político y transformador. Pasolini nos invita a escuchar al otro y a dejarnos atravesar por su palabra, en una constante búsqueda de una literatura que se convierte en expresión viva y en constante evolución. Este texto es, en definitiva, una provocación a repensar los límites del lenguaje y su capacidad de representar la complejidad del mundo real.