Las bizarrías de Belisa, última comedia autógrafa de Félix Lope de Vega, firmada el 24 de mayo de 1634, es una joya dentro del género de comedias de enredo. Escrita en el ocaso de la vida del dramaturgo, quien fallecería apenas un año después, esta obra es un reflejo de un artista en busca de mantener vivo su legado, como lo evidencian los versos finales donde el poeta expresa su deseo de no ser olvidado por su público.
La trama se centra en Belisa, una joven hermosa y consciente de su atractivo, que juega con los sentimientos de sus numerosos pretendientes sin comprometer su corazón. La llegada de Don Juan de Cardona, enamorado de otra mujer, Lucinda, cambia el curso de las cosas. Don Juan, en su intento por captar la atención de Lucinda, solicita a Belisa que pretenda ser su enamorada para incitar los celos en Lucinda. Aceptando el juego, Belisa se ve involucrada en una serie de malentendidos y enredos cuando Lucinda, en un acto de venganza, le miente diciendo que tanto Don Juan como otro galán, Don Enrique, le han declarado su amor.
En un giro inesperado, Belisa decide vestirse de hombre y visitar a Lucinda, descubriendo así la verdad detrás de las mentiras. Los celos y equívocos continúan aumentando hasta que, finalmente, se resuelven en matrimonios cruzados: Belisa con Don Juan y Lucinda con Enrique, cerrando la comedia con una celebración del amor y la astucia.
Las bizarrías de Belisa no solo es una comedia sobre el amor y los celos, sino también un estudio profundo de los caracteres humanos y sus fragilidades. Lope de Vega, con su maestría, entrelaza humor, tensión dramática y una crítica de las costumbres sociales de su tiempo, creando una obra que ha sido apreciada tanto en su época como en múltiples representaciones a lo largo de los siglos. Destacan las puestas en escena de 1941 en el Teatro Español de Madrid, la versión de 1988 por Carlos Vides y la adaptación de 1999 en el Festival d'Estiu de Barcelona Grec, demostrando que Las bizarrías de Belisa continúa resonando con el público contemporáneo.
Esta obra no solo marca el final de la prolífica carrera de Lope, sino que también se erige como un testimonio elocuente de su habilidad para capturar la complejidad de las emociones humanas, dejando un legado que perdura en el canon de la literatura española.