"Adiós, muy buenas" de Xavier Sardà es una novela coral ambientada en un pequeño cementerio del litoral, donde la cotidianidad y lo extraordinario se entrelazan en un escenario tan insólito como fascinante. La obra nos invita a profundizar en la vida diaria de un grupo de personajes singulares, quienes, a través de sus historias, revelan la esencia humana en un lugar donde el tiempo parece haberse detenido.
El cementerio, lejos de ser un espacio sombrío, se convierte en un microcosmos lleno de vida y peculiaridades. Recasens, el sepulturero, es uno de los protagonistas centrales, un hombre de apariencia estrafalaria, alto, cebado y desgalichado, cuya vida diaria se confunde entre los vivos y los muertos. Junto a él, Tato, el jardinero, añade una nota de ternura y melancolía. Tato vive con la esperanza de recibir una sonrisa de su esposa, una expectativa que parece tan inalcanzable como los sueños que se desvanecen entre las tumbas.
La narrativa de Sardà se despliega con un estilo que mezcla el humor y el clasicismo de forma deliberadamente imperfecta, ofreciendo un divertimiento literario que se asemeja a un juego escolar. A través de relatos extravagantes y personajes inolvidables, el autor logra capturar la esencia de la vida y la muerte, tejiendo una serie de historias que, aunque en apariencia triviales, desvelan profundas verdades sobre los lazos afectivos y las prioridades humanas.
Con un tono que se adentra en lo noir, la novela no solo explora la cotidianidad de un cementerio, sino que también destaca por su buena escritura. Sardà, conocido por su faceta como presentador y tertuliano, demuestra una habilidad sorprendente para capturar la complejidad de sus personajes y sus entornos, llevando al lector a reflexionar sobre la vida y la muerte de manera amena y cautivadora.
"Adiós, muy buenas" no es simplemente un libro sobre un cementerio; es un viaje a través de las emociones humanas y las pequeñas historias que definen nuestra existencia. A medida que los relatos se suceden, el lector es invitado a observar y reflexionar, tal como lo haría un visitante ocasional de estos espacios, descubriendo que, entre lápidas y epitafios, se oculta un mosaico de vidas que, aunque concluidas, siguen resonando en la memoria colectiva.
