En "El día que se perdió el amor", Javier Castillo nos sumerge nuevamente en un mundo donde los límites del amor son puestos a prueba en un thriller que entrelaza misterio y emociones en una trama compleja y cautivadora. Tras el éxito de "El día que se perdió la cordura", esta secuela comienza con un evento perturbador: a las doce del mediodía del 14 de diciembre, una joven magullada y desnuda aparece en las instalaciones del FBI en Nueva York, portando notas amarillentas que contienen el nombre de una mujer. Horas más tarde, esta misma mujer es encontrada decapitada en un descampado, desencadenando una serie de eventos que sacuden la ciudad.
El inspector Bowring, jefe de la Unidad de Criminología, se ve arrastrado al centro de este enigma. Con cada pista que sigue, más se adentra en un laberinto de secretos y mentiras que amenazan con revivir heridas del pasado que nunca cicatrizaron completamente. La investigación lo lleva a cuestionar no solo la identidad y la historia de la joven del FBI, sino también la naturaleza del amor y el dolor que puede causar.
Paralelamente, seguimos la historia de Jacob y Amanda, una pareja que intenta reconstruir su vida en Nueva York tras los traumáticos eventos en Boston que se narraron en el libro anterior. Justo cuando parece que pueden dejar atrás el pasado, la aparición de una enigmática espiral pintada en su salón vuelve a poner su mundo patas arriba, demostrando que los hilos del destino son difíciles de desentrañar y que el amor puede ser el juego más peligroso.
"El día que se perdió el amor" es más que un thriller; es una exploración profunda de cómo las decisiones impulsadas por el corazón pueden llevarnos por caminos inesperados y dolorosos. Con una narrativa ágil y tensa, Javier Castillo teje una historia adictiva que mantiene a los lectores en vilo hasta el final, haciendo de esta novela una lectura obligatoria para los amantes del suspense y el drama emocional.