"El mundo al atardecer" de Christopher Isherwood es una obra que sumerge al lector en un viaje íntimo y revelador a través de los ojos de su protagonista, Edward Monk. Isherwood, conocido por su habilidad para entrelazar su vida personal con sus narrativas, nos ofrece en esta novela un reflejo de su propia existencia, marcada por la búsqueda constante de identidad y pertenencia en un mundo en constante cambio.
Monk, un personaje claramente modelado a partir del propio Isherwood, es un hombre de mundo, aficionado a los viajes y a la exploración de diversas culturas y sociedades. A lo largo de la novela, lo seguimos en su periplo junto a su primera esposa, estableciéndose temporalmente en diversas ciudades y pueblos europeos, cada uno ofreciendo un nuevo escenario para la autoexploración y la aventura. Sin embargo, es en la naturaleza de Monk, un hombre bisexual que ha experimentado relaciones tanto con hombres como con mujeres, donde encontramos el núcleo de su conflicto interno y su deseo de conexión emocional auténtica.
La bisexualidad de Monk, tratada con una delicadeza que era poco común para la época en que se escribió la novela (1954), se presenta no tanto como un dilema sino como una faceta más de su compleja identidad. Isherwood explora las tensiones y las pasiones de Monk con una prosa clara y sencilla, permitiendo al lector acceder a sus pensamientos y emociones más íntimos con una facilidad que es testimonio del dominio del autor sobre el lenguaje y la forma narrativa.
El entorno social y cultural en el que se mueve Monk es otro aspecto destacado del libro. Desde la alta sociedad europea hasta los círculos elitistas de Hollywood, Isherwood pinta un retrato vívido de la vida entre la aristocracia cultural y los dilemas que esto implica. Sin embargo, no se aleja de la crítica, mostrando a Monk como un personaje a veces caprichoso y egoísta, cuya volubilidad sentimental puede llevarlo tanto a la devoción más sincera como al maltrato emocional.
En resumen, "El mundo al atardecer" no es solo una exploración de la identidad sexual y social, sino también una crítica a la superficialidad y el materialismo de ciertos estratos sociales. Isherwood utiliza su característica narrativa autobiográfica para invitarnos no solo a conocer a su protagonista, sino también a reflexionar sobre las diversas formas de amor y la búsqueda eterna de nuestro lugar en el mundo.