En "Ética y ciudadanía", un libro que profundiza en los pensamientos fundamentales de Aristóteles sobre la moral y la organización social, el filósofo griego expone ideas que han modelado el estudio de la ética desde la antigüedad. Aristóteles define la ética como un campo dedicado a entender la mejor forma de vivir para los seres humanos, diferenciándola claramente de la política, que examina el bienestar de la ciudad-estado. A lo largo del texto, se exploran las conexiones y diferencias entre estos dos dominios, subrayando que ambos son esenciales para el florecimiento humano pero operan en esferas distintas.
El libro aborda las tres principales obras éticas de Aristóteles: la "Ética nicomaquea", la "Ética eudemia", y la "Magna moralia", proporcionando un análisis detallado de cada una y discutiendo la autenticidad y los solapamientos entre ellas. Aristóteles introduce la ética de las virtudes, en la que el desarrollo de un carácter virtuoso es fundamental para alcanzar una vida plena o eudaimonia, traducido comúnmente como bienestar o felicidad. Este enfoque no solo abarca la teoría sino que también enfatiza la práctica de la virtud en la vida diaria, haciendo un llamado a actuar con valentía y moderación como ejemplos de conducta virtuosa.
Además, Aristóteles destaca la relevancia de la prudencia o sabiduría práctica (frónesis), crucial para navegar las complejidades de las situaciones particulares y elegir el curso de acción más adecuado. Contrario a aplicar rígidamente leyes universales, propone un enfoque más flexible y adaptativo que requiere un profundo entendimiento del contexto específico. A través de esta sabiduría práctica, los individuos pueden lograr no solo el conocimiento de la virtud, sino su realización efectiva en el mundo real.
Finalmente, "Ética y ciudadanía" no solo recapitula el legado filosófico de Aristóteles, sino que también invita a los lectores a reflexionar sobre cómo estos principios antiguos pueden ser aplicados en la sociedad moderna para mejorar tanto la vida individual como la comunitaria. Aristóteles concluye que, aunque la vida práctica es esencial, la existencia más elevada posible es aquella dedicada a la filosofía, subrayando así su creencia en el valor supremo del conocimiento y la reflexión teórica como el pilar de una vida verdaderamente buena.
