Flora Alejandra Pizarnik nació el 29 de abril de 1936 en Avellaneda, Argentina, en una familia de inmigrantes ucraniano-judíos, Elías Pizarnik y Reizla (Rosa) Bromiker. La tensión entre su origen europeo y su vida en Argentina marcó profundamente su identidad y obra. Desde muy joven, Alejandra mostró un profundo interés por el arte y la literatura, influencias que definirían su carrera y estilo poético.
Estudió Filosofía y Letras en la Universidad de Buenos Aires, aunque nunca completó la carrera, optando en cambio por dedicarse de lleno a la escritura y la pintura, siendo discípula del pintor surrealista Juan Batlle Planas. Esta formación temprana fue fundamental para el desarrollo de su poesía, caracterizada por su densidad metafórica y su exploración del subconsciente, típicos del surrealismo.
Entre 1960 y 1964, Pizarnik vivió en París, un periodo que marcó un antes y un después en su trayectoria literaria. Allí trabajó para la revista 'Cuadernos' y varias editoriales francesas, publicó poemas y críticas en diversos diarios y se sumergió en el estudio de la literatura francesa y la historia de las religiones en La Sorbona. Durante su estancia en París, tradujo obras de Antonin Artaud, Henri Michaux, Aimé Césaire e Yves Bonnefoy, y forjó amistades con figuras literarias como Julio Cortázar y Octavio Paz, este último prologuista de su aclamado poemario Árbol de Diana (1962).
A su regreso a Buenos Aires, Pizarnik publicó los que serían algunos de sus trabajos más significativos: Los trabajos y las noches (1965), Extracción de la piedra de locura (1968) y El infierno musical (1971). Estos textos reflejan una evolución hacia un estilo más personal y una exploración más profunda de temas como la identidad, la soledad, el sufrimiento y la muerte.
Además de su obra poética, Pizarnik se destacó en la prosa con La condesa sangrienta (1971), basada en la figura histórica de la condesa Elizabeth Báthory, y en su intensa correspondencia, posteriormente recopilada y publicada. Su estilo único y su intensidad emocional la convirtieron en una de las voces más originales y desgarradoras de la literatura latinoamericana del siglo XX.
Alejandra Pizarnik luchó durante toda su vida con problemas de depresión y ansiedad, lo que se refleja en su obra cargada de melancolía y desesperación. El 25 de septiembre de 1972, a la edad de 36 años, Pizarnik se quitó la vida en Buenos Aires mediante una sobredosis de barbitúricos, dejando un legado literario profundo y perturbador. Su obra continúa siendo estudiada y admirada por su capacidad para explorar los rincones más oscuros de la psique humana y por su inigualable maestría lingüística.
En resumen, Alejandra Pizarnik es recordada como una poeta y escritora que exploró las profundidades del dolor humano y la complejidad del alma con un lenguaje que trasciende el tiempo y las fronteras culturales. Su obra sigue siendo un testimonio elocuente de su lucha interna y de su genio literario.
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