Dulce María Loynaz Muñoz nació el 10 de diciembre de 1902 en La Habana, Cuba, en el seno de una familia con profundos vínculos con la cultura y la historia cubana. Su padre, Enrique Loynaz del Castillo, fue un destacado general del Ejército Libertador y autor de la letra del Himno Invasor. Su madre, aficionada al canto, la pintura y el piano, influyó profundamente en el desarrollo temprano de su carrera literaria. Desde pequeña, Dulce María estuvo rodeada de un ambiente que favorecía la expresión artística y literaria, lo que sembró en ella el amor por la poesía.
En 1919, con tan solo 17 años, Dulce María publicó sus primeros poemas en el periódico La Nación. Estos primeros escritos marcaron el inicio de una prolífica carrera que la consagraría como una de las voces más distinguidas de la literatura cubana. En 1927, completó su formación en Derecho Civil en la Universidad de La Habana, aunque su verdadera pasión siempre fue la literatura. Ejerció la abogacía hasta 1961, periodo durante el cual también se dedicó intensamente a su obra literaria.
La década de 1930 fue crucial para Dulce María, no solo por su producción literaria sino también por convertir su casa en un importante centro cultural de La Habana. Personalidades como Federico García Lorca, Juan Ramón Jiménez y Alejo Carpentier fueron algunos de los intelectuales que frecuentaron su hogar, conocido por las famosas "juevinas", encuentros de discusión y camaradería literaria. En 1937, publicó "Canto a la mujer estéril" y en 1938 los "Versos", que había comenzado a redactar desde 1920. Su novela "Jardín", iniciada en 1928 y publicada por primera vez en 1951, es una de sus obras más emblemáticas, destacada por su capacidad para entrelazar lo real con lo maravilloso, precursora del realismo mágico en América Latina.
Durante los años 40 y 50, Dulce María continuó viajando y expandiendo su carrera. Publicó "Juegos de agua" en 1947, y "Poemas sin nombre" en 1953, consolidándose como una poeta de voz única, capaz de conjugar la profundidad emocional con una expresión lírica refinada. Su obra fue reconocida internacionalmente, publicándose en diversos idiomas y países. En 1959 fue elegida miembro de la Academia Cubana de la Lengua y en 1978, ingresó en la Real Academia Española.
Después de un período de menor visibilidad pública, Dulce María regresó con fuerza en los años 80 y 90. Publicó "Poesías escogidas" en 1984 y "Bestiarium" en 1991, entre otros. Su consagración llegó en 1992, cuando recibió el Premio Miguel de Cervantes, convirtiéndose en la primera mujer latinoamericana en obtener este prestigioso galardón. En 1993, también fue honrada con la Orden Isabel la Católica y el Premio Federico García Lorca.
La última aparición pública de Dulce María Loynaz tuvo lugar en abril de 1997, poco antes de su fallecimiento el 27 de abril de ese mismo año, dejando un legado literario que ha continuado estudiándose y celebrándose en Cuba y en el mundo. La poetisa, que vivió sus últimos años en su casa de La Habana, dejó una obra que no solo refleja su maestría en el uso del lenguaje sino también su profunda sensibilidad hacia los temas universales del amor, la soledad y la naturaleza humana.
Dulce María Loynaz no solo fue una figura central en la literatura cubana del siglo XX, sino que también se destacó por su capacidad de abrir su hogar y su mente al mundo, convirtiendo su vida y su obra en un puente entre culturas y generaciones. Su poesía y prosa continúan siendo un testimonio vibrante de su excepcional talento y su compromiso inquebrantable con su arte.
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