Mariano José de Larra nació el 24 de marzo de 1809 en Madrid, en una España convulsionada por las guerras napoleónicas. Su padre, un médico que había servido en el ejército de José Bonaparte, tuvo que exiliarse con su familia a Francia tras la retirada francesa. Esta experiencia de exilio y contacto con otras realidades europeas fue determinante en la formación de Larra y en su posterior visión crítica sobre la sociedad española de su tiempo. Regresaron a España en 1818 gracias a una amnistía de Fernando VII.
Larra inició estudios en Medicina y Derecho, pero no los concluyó, volcándose en cambio hacia el periodismo y la escritura. Su carrera literaria comenzó con la publicación de "El Duende Satírico del Día", folleto en el que demostró su agudo sentido crítico. Esta publicación fue prohibida por la censura, al igual que posteriormente lo sería "El Pobrecito Hablador", revista satírica que escribió bajo el seudónimo de Juan Pérez de Munguía.
En 1829, Larra se casó con Josefa Wetoret, un matrimonio que resultó ser tumultuoso y que terminó en separación. Durante los años 1830, Larra se consolidó como un crítico implacable de los males de la sociedad española a través de sus artículos en "El Pobrecito Hablador". A partir de 1833, bajo el seudónimo de Fígaro, continuó su labor en "La Revista Española" y "El Observador", donde sus críticas se extendieron a la literatura y la política, aprovechando la relativa libertad de expresión tras la muerte de Fernando VII.
Entre sus obras más destacadas se encuentra "El doncel de don Enrique el Doliente", una novela histórica publicada en 1834, y el drama "Macías", estrenado el mismo año. Ambas obras se basan en la vida del poeta medieval Macías el Enamorado y reflejan, en cierto modo, la tumultuosa relación adúltera de Larra con Dolores Armijo, que comenzó en 1831.
En 1835, Larra viajó a Portugal, Londres, Bruselas y París, donde conoció a figuras como Victor Hugo y Alejandro Dumas. A su regreso a Madrid, se involucró activamente en la política, llegando a ser elegido diputado por Ávila en 1836, aunque nunca llegó a asumir el cargo debido al motín de La Granja.
Su obra crítica y su estilo mordaz son considerados precursores de la literatura del Realismo y del periodismo moderno en España. Sin embargo, acosado por desilusiones personales y políticas, Larra se suicidó el 13 de febrero de 1837. A pesar de su trágico final, Larra dejó un legado literario que influiría en generaciones posteriores, siendo reivindicado por la Generación del 98 y otros intelectuales españoles como un crítico lúcido y comprometido con la modernización de España.
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