Juan de la Cruz, cuyo nombre secular era Juan de Yepes Álvarez, nació el 24 de junio de 1542 en Fontiveros, un pequeño pueblo de Ávila, España. De familia humilde, su padre, Gonzalo de Yepes, falleció cuando Juan era aún muy joven, dejando a la familia en una situación económica precaria. Su madre, Catalina Álvarez, luchó por mantener a la familia, lo que llevó a Juan a experimentar desde temprana edad las dificultades de la vida.
Desde joven, Juan mostró una inclinación hacia la vida religiosa. Educado inicialmente en el Colegio de los Doctrinos en Medina del Campo, pudo asistir gracias a ser reconocido como "pobre de solemnidad", lo que le eximía de ciertas tasas y le permitía recibir educación y sustento. Más tarde, se trasladó a la Universidad de Salamanca, donde estudió artes y teología, aunque no completó su formación teológica. Durante su estancia en Salamanca, fue influenciado por las corrientes de reforma dentro de la Iglesia, lo que marcó profundamente su futuro ministerio.
En 1563, Juan entró en la Orden de los Carmelitas y adoptó el nombre religioso de Juan de Santo Matía. Sin embargo, desilusionado por la laxitud y el declive espiritual que observaba en la Orden, se sintió atraído por la rigurosa y austera vida de los cartujos. Esta decisión cambió tras conocer a Teresa de Jesús, quien lo convenció de unirse a su proyecto de reforma del Carmelo. En 1568, adoptando el nombre de Juan de la Cruz, se convirtió en uno de los principales líderes de la reforma carmelita, trabajando estrechamente con Santa Teresa para establecer las bases de lo que serían los Carmelitas Descalzos.
Como escritor y poeta, San Juan de la Cruz es reconocido por su profunda y mística poesía, que explora la relación del alma con Dios. Sus obras más célebres, como "Noche Oscura del Alma", "Cántico Espiritual" y "Llama de Amor Viva", son consideradas cumbres de la literatura mística y han influido en numerosos escritores y pensadores a lo largo de los siglos. Su poesía destila una intensa búsqueda espiritual y describe el camino del alma desde su purificación hasta la unión con lo divino, utilizando un lenguaje que combina la pasión mística con una rigurosa precisión teológica.
San Juan de la Cruz murió el 14 de diciembre de 1591 en Úbeda, Jaén, después de una vida dedicada a la reforma de la Iglesia y al enriquecimiento de la espiritualidad cristiana. Su legado como Doctor de la Iglesia y como patrono de los poetas en lengua española perdura, siendo una figura esencial en la historia de la mística y la literatura religiosa.
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