"Delirio y destino", escrito por María Zambrano en La Habana durante 1952 y publicado tardíamente en 1989, es un libro que se sumerge en la experiencia personal y colectiva del exilio. A través de una confesión iluminadora que se extiende desde la aproximación histórica hasta los fragmentos intensos de su narrativa, Zambrano explora el periodo crucial de 1929 a 1931, marcado por la proclamación de la Segunda República Española. Este breve periodo no solo define su travesía personal sino también la de su generación, que enfrentó el desamparo y la forzada distancia de su patria tras la Guerra Civil Española.
El texto no es una autobiografía convencional; Zambrano se distancia de la narrativa personal al referirse a sí misma en tercera persona y omite nombrar a sus contemporáneos, exceptuando figuras que considera sus maestros, como Ortega, Valle-Inclán y Unamuno. Su escritura recorre desde figuras históricas hasta literarias, mostrando la amplia gama de influencias que marcaron su pensamiento y obra.
"Delirio y destino" también refleja la firme determinación de Zambrano de apoyar la causa republicana, una decisión que fue profundamente personal, como se evidencia en su correspondencia con Ortega y Gasset. Este compromiso no solo es político, sino también un reflejo de su búsqueda de justicia y su rechazo a cualquier forma de monarquía constitucional, que para ella representaba un contrasentido.
La obra se divide en dos partes principales: "Un destino soñado" y "Los delirios". En la primera, Zambrano relata con esperanza y fervor los días iniciales de la Segunda República, un tiempo de alegría y esperanza desbordante, engañosamente prometedora. En la segunda parte, los "delirios" reflejan la turbulencia y la desilusión progresiva, no solo personal, sino de todo un país que veía cómo sus sueños de libertad y progreso se desvanecían.
Este libro, más que un registro histórico, es un intento de entender y procesar el sentido de abandono y desarraigo que el exilio impuso no solo en la autora, sino en toda una generación. Con él, Zambrano no solo documenta una época de intensa transformación social y política, sino que también ofrece un testimonio de la resistencia y resiliencia del espíritu humano frente a las adversidades más profundas.