En 1947, Christopher Isherwood, un escritor británico ya establecido, se embarcó en una aventura que pocos habían documentado con la profundidad y la vivacidad que él lograría: un viaje de seis meses a través del vasto y variado continente sudamericano. El cóndor y las vacas es el fruto literario de esta travesía, que Isherwood decidió emprender con una mente casi virgen respecto al continente, evitando estudios previos para mantener su narrativa fresca y espontánea.
Este libro se destaca en la bibliografía de Isherwood, quien lo considera uno de sus mejores trabajos. En él, Isherwood emplea su aguda habilidad para observar y describir las peculiaridades de las sociedades que visita, alejándose de idealizaciones y sentimentalismos. Prueba de ello son las escenas que relata, desde policías especializados en prevenir suicidios en precipicios hasta un golpe militar fallido por la ausencia del sello presidencial necesario para oficializar una renuncia. La diversidad de Sudamérica, con sus paradojas y su vibrante vida cotidiana, se convierte en la verdadera protagonista del relato.
Además de su penetrante observación, Isherwood tiene la oportunidad de interactuar con figuras notables como Jorge Luis Borges, enriqueciendo su narrativa con diálogos y reflexiones que van más allá de lo superficial. A través de sus ojos, el lector es testigo de los preludios de lo que serían años tumultuosos en el continente, marcados por dictaduras militares y agitación social. Esta obra no solo captura la esencia de Sudamérica en un momento particular de su historia, sino que también ofrece una mirada introspectiva y crítica de sus dinámicas políticas y culturales.
Con El cóndor y las vacas, Isherwood estableció un precedente en la literatura de viajes, combinando la narrativa personal con el análisis sociopolítico, todo bajo una lente aguda y un estilo que evita la pretensión. Es un homenaje a Sudamérica, con todas sus contradicciones y su belleza inigualable, contado por un observador que, a pesar de su inicial falta de conocimiento, logra capturar la esencia de un continente en constante ebullición.