En "El pecado del abad Mouret", la quinta entrega del ciclo de los Rougon-Macquart de Émile Zola, el autor nos sumerge en la vida de Serge Mouret, el joven abad asignado a una región inhóspita donde la religión es considerada un lujo innecesario por sus habitantes. El abad Mouret, en contraste, encuentra en su aislamiento el escenario perfecto para una vida de santidad y contemplación, emulando a los antiguos santos en su búsqueda de comunión con Dios.
La trama se intensifica cuando Mouret, debido a una enfermedad, se ve obligado a retirarse a un entorno aislado y paradisíaco donde es cuidado por Albine, una joven hermosa y pura. En este escenario idílico, similar al Jardín del Edén, Serge y Albine experimentan una vida libre de vigilancia y restricciones sociales, lo que lleva a Mouret a enfrentar la pulsión vital que Zola plantea como inherente a todo ser vivo. La lucha interna de Mouret entre sus votos y su naturaleza humana se convierte en el centro de la narrativa.
Zola utiliza este contraste entre el árido pedregal, donde Mouret solía dedicarse a su fe, y el lujuriante jardín, para explorar temas de supervivencia, reproducción y la criminalización de estos instintos por parte de la religión. A través de extensas y detalladas descripciones, que son características del estilo de Zola, el autor nos presenta un escenario donde la vida y la creación son omnipresentes, contrastando fuertemente con la esterilidad de la vida clerical de Mouret.
El desarrollo de la relación entre Serge y Albine se ve obstaculizado por la lentitud con la que su romance se consuma, una decisión narrativa que Zola utiliza para enfatizar su inocencia y la falta de conciencia del pecado, alineándolos más con la figura de una primera pareja humana, libre de culpa. Sin embargo, este aspecto de la trama también introduce inconsistencias en cuanto a la intervención de la sociedad, ya que una vez que caen en la tentación, la comunidad rápidamente interviene para juzgar y condenar.
"El pecado del abad Mouret" es una obra profunda y compleja que desafía las convenciones religiosas y sociales de su tiempo, reflejando la tensión entre la naturaleza humana y las imposiciones sociales y religiosas. Aunque algunas partes del libro puedan parecer excesivas en sus descripciones, la habilidad de Zola para crear un escenario vívido y personajes profundamente humanos hace de esta novela una lectura esencial dentro del ciclo de los Rougon-Macquart.