"El poeta y el político" de Salvatore Quasimodo, galardonado con el Premio Nobel, es un profundo discurso de aceptación que contempla la intricada relación entre el poeta, su soledad y su audiencia. En su reflexión, Quasimodo evoca la eterna noche de Shakespeare en "Macbeth" para ilustrar la perpetua búsqueda del poeta por el día, un símbolo de conexión y entendimiento con sus lectores. El poeta, según Quasimodo, encuentra en cada lector un amigo de infancia, aquel compañero sensible y perspicaz, crítico de las representaciones falsas y superficialidades del mundo.
El acto de duplicar poéticamente a un hombre representa para el poeta la negación de su propia existencia terrenal, un desafío casi imposible a pesar de su ferviente deseo de comunicarse con muchos a través de la armonía de sus versos. En este acto, la inocencia se convierte en una cualidad esencial, permitiéndole al poeta capturar la esencia de lo perceptible. Este amigo imaginario del poeta, dialécticamente, demanda que los ritmos iniciales del poema adopten una forma lógica, sirviendo de guía en la construcción del poema.
Quasimodo contrasta la labor del poeta con la del novelista o cuentista, quien se sumerge en la humanidad e imita a sus personajes hasta agotar todas sus posibilidades. El poeta, en cambio, se enfrenta a la soledad y a un universo de objetos infinitos, debatiendo entre la indiferencia y la desesperanza. Al publicarse sus primeros poemas, el rostro imaginario del lector se multiplica, y sus gestos se transforman en opiniones que pueden ser tanto afirmativas como desaprobatorias. Este es el momento crucial donde el poeta confronta la realidad de su arte y su recepción.
En "El poeta y el político", Quasimodo no solo comparte su visión del oficio poético, sino que también revela la vulnerabilidad inherente a la expresión artística, el temor y la esperanza de ser comprendido. La obra es un testimonio elocuente de la lucha por encontrar belleza y verdad en la conexión humana a través de las palabras. Este discurso no solo celebra la poesía, sino que también desafía a los lectores y a los poetas futuros a encontrar el equilibrio entre la soledad y la comunicación, en un mundo que a menudo parece preferir el silencio al diálogo poético.