Gatos ilustres, de la galardonada Premio Nobel de Literatura Doris Lessing, es un conmovedor homenaje a los felinos que han acompañado a la autora a lo largo de su vida. Con una prosa sobria y sensual, Lessing nos sumerge en un viaje personal que comienza en su infancia en una granja africana y se extiende hasta su vida adulta en Londres, trazando un mapa emocional con los gatos como protagonistas.
En la primera parte del libro, Lessing nos transporta a la África rural de principios del siglo XX, donde vivió de niña. Allí, rodeada de los gatos salvajes que merodeaban por la granja, la autora descubre el delicado equilibrio entre lo doméstico y lo salvaje, lo que la marca profundamente. Nos narra cómo su abuela, en más de una ocasión, tuvo que enfrentarse a la difícil tarea de controlar a estos animales cuando sus instintos primarios afloraban, enseñándole lecciones de vida y muerte.
A medida que avanzamos en la narración, la autora nos lleva a través de los continentes y de los años, compartiendo experiencias con gatos de diferentes personalidades. Algunos son agresivos, otros son símbolo de dignidad, pero todos buscan atención y cariño, y bajo la atenta mirada de Lessing, se transforman en criaturas extraordinarias que enriquecen su vida cotidiana.
El relato no está exento de momentos de sufrimiento y pérdida, con gatas enfrentándose a partos complicados y la inevitable llegada de la muerte. Sin embargo, estos momentos se entrelazan con instantes de amor, ternura y belleza que solo estos animales pueden ofrecer, mostrando la dualidad de la vida misma.
Las ilustraciones de Joana Santamans complementan magistralmente la narrativa, aportando un toque visual que enriquece la experiencia de lectura. Aunque podrían sugerir que se trata de un libro infantil, Gatos ilustres es, en realidad, una obra literaria profunda y sofisticada, destinada a los amantes de los felinos y a aquellos que aprecian la pluma versátil de Lessing.
En cada página, Doris Lessing nos invita a descubrir el exotismo oculto en el andar de un gato, a ver en su mirada la chispa de un leopardo o una pantera, y a disfrutar de la compañía de estos compañeros que, con su presencia, enriquecen nuestras vidas de formas insospechadas.