En "La aguja dorada", Montserrat Roig nos sumerge en una narrativa intensa y multifacética que recoge su experiencia durante una estancia de dos meses en Leningrado en 1980. Invitada por una editorial soviética, Roig se propuso escribir sobre el devastador asedio que sufrió la ciudad durante la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, el libro trasciende el mero relato histórico para ofrecer una visión profunda y personal de la ciudad que cautivó su corazón.
La obra se articula en torno a dos ejes principales. Por un lado, Roig nos guía a través de los emblemáticos paisajes de Leningrado: sus museos, el Palacio de Invierno, el manto blanco de la nieve, el río Neva, y las noches blancas que parecen suspender el tiempo. Esta visión se entrelaza con evocaciones de grandes figuras de la literatura y la historia rusa, como Anna Ajmatova, Tolstoi, Pushkin, Rasputín, Catalina II y Pedro I, entre otros. A través de estos recorridos, Roig no solo describe, sino que siente y vive la ciudad intensamente, presentándola casi como un personaje más de su relato.
El segundo eje del libro se centra en el asedio de Leningrado, un episodio de horror que la autora reconstruye a través de entrevistas y testimonios de quienes sobrevivieron los novecientos días bajo el cerco nazi. Estas narraciones personales proporcionan una perspectiva cruda y realista de la resiliencia y el sufrimiento humano, contrastando profundamente con la belleza invernal de la ciudad.
Roig también reflexiona sobre su propia experiencia como escritora y visitante en una URSS que aún respiraba los aires de su régimen comunista. A lo largo de las páginas, se percibe una tensión entre su admiración por la estética y la historia de Leningrado y su crítica hacia el sistema soviético, aspecto que maneja con habilidad sin dejarse llevar por idealizaciones ni por condenas explícitas.
Si bien el tono periodístico del libro puede ser predominante, "La aguja dorada" se destaca por la habilidad de Roig para tejer elementos autobiográficos, históricos y ficcionales, creando una obra que, más allá de documentar, busca sentir y entender tanto la grandeza como la tragedia de Leningrado. Este libro no solo es un testimonio de la historia, sino también de una pasión palpable por una ciudad que, aún en sus momentos más oscuros, logra revelar su esplendor dorado.