"La bestia humana", escrita por Émile Zola y publicada en 1890, es una novela que sumerge al lector en el oscuro y complejo mundo del deseo, la traición y el instinto animal que reside en el ser humano. Esta obra, la decimoséptima de la serie Les Rougon-Macquart, explora las profundidades psicológicas de sus personajes a través de una trama que combina elementos de thriller y drama psicológico, ambientada en el contexto del desarrollo ferroviario en Francia durante el Segundo Imperio.
La historia comienza con Roubaud, el subjefe de la estación de El Havre, quien descubre que su esposa Séverine fue abusada desde su adolescencia por Grandmorin, el presidente de la compañía de ferrocarriles que le ayudó a conseguir su empleo. Consumido por la ira y el deseo de venganza, Roubaud asesina a Grandmorin en un coche de primera clase durante un viaje nocturno en tren de París a El Havre. Aunque cree que su crimen ha pasado desapercibido, Jacques Lantier, un maquinista que trabaja en la misma empresa, es testigo del acto desde la vía.
Lantier, quien lucha con sus propios demonios internos y tentaciones violentas, se ve inmerso en un dilema moral al descubrir que los asesinos son Roubaud y su esposa. A pesar de su conocimiento, opta por no delatarlos, iniciando una complicada relación con la pareja. Con el tiempo, Lantier se enamora de Séverine, y juntos planean deshacerse de Roubaud. Sin embargo, la culpabilidad y la paranoia comienzan a consumir a los personajes, llevándolos por un camino de autodestrucción.
Zola, a través de esta narrativa, examina la naturaleza primitiva del hombre y cómo las pasiones pueden llevar a las personas a cometer actos de extrema crueldad y violencia. La novela no solo es un estudio sobre la psicología humana, sino también una crítica a la sociedad contemporánea de Zola, que, a pesar de su progreso tecnológico, sigue siendo esclava de las fuerzas atávicas y primordiales que definen la condición humana.
"La bestia humana" ha sido adaptada en varias ocasiones al cine, destacando las versiones de Jean Renoir en 1938 y Fritz Lang en 1954, lo que demuestra el impacto y la relevancia perdurable de la obra de Zola en la cultura popular y en el estudio de las profundidades oscuras del alma humana.