'La ruta de Don Quijote', escrita por Azorín en 1905, es una obra que se adentra en los senderos y paisajes de La Mancha, siguiendo los pasos del icónico caballero creado por Cervantes. Publicada en el año del tercer centenario de la primera parte del Quijote, esta obra no surge de un mero afán conmemorativo, sino de un profundo deseo de Azorín de conectar con la esencia de la cultura y el paisaje español. A través de un enfoque íntimo y contemplativo, el autor busca reencontrarse con las raíces de una España que, a principios del siglo XX, enfrentaba una crisis de identidad nacional.
Azorín, conocido por su amor hacia el paisaje castellano y su ambivalente relación con los clásicos del Siglo de Oro, no pretende proporcionar un análisis exhaustivo o académico del Quijote. Su enfoque es el de un viajero que, con mirada atenta y sensible, recorre los mismos caminos que antaño transitó el hidalgo enloquecido. En su relato, Azorín prioriza la experiencia personal y la vivencia emotiva sobre el dato histórico, sumergiéndose en un diálogo silencioso con el entorno que le rodea.
El libro es una meditación sobre la convivencia de tradición y modernidad, un tema candente para la Generación del 98, de la cual Azorín es una figura prominente. En un momento de perplejidad sobre el futuro de España, Azorín y sus contemporáneos abogan por una regeneración cultural que supere la nostalgia del pasado imperial y el miedo al desmoronamiento social. La ruta de Don Quijote simboliza esta búsqueda: un retorno a lo esencial, a los valores imperecederos que el paisaje y la cultura de Castilla transmiten.
En su viaje, Azorín recorre pueblos humildes, con sus ventas y casitas blancas, lugares que contrastan con el bullicio y la deshumanización de las grandes urbes. Para él, estos pequeños núcleos son espacios donde la interacción humana es auténtica y tangible, y donde el sentido de comunidad prevalece. A través de su escritura, el autor nos invita a reflexionar sobre el significado de la existencia y la identidad en un mundo que parece estar perdiendo sus conexiones más profundas.
Azorín, con su estilo minimalista y su resistencia a las grandes proclamaciones, ofrece en 'La ruta de Don Quijote' una exploración serena y contemplativa, una obra que fusiona ensoñación y realidad, tradición y modernidad, convirtiéndose en una pieza fundamental que guarda las armas de las letras españolas.