En la novela 'Los ojos cerrados', Edurne Portela nos transporta a Pueblo Chico, un enclave ficticio pero intensamente real, situado en una sierra agreste que respira historia y secretos. En este lugar, la niebla y la nieve no solo cubren la tierra, sino también los recuerdos dolorosos de su gente. El protagonista, Pedro, un anciano que ha vivido toda su vida en este pueblo, es el guardián de los secretos de una violencia que ha dejado cicatrices imborrables en la comunidad.
La llegada de Ariadna, una forastera con motivos inicialmente poco claros, marca el inicio de un viaje hacia el pasado enterrado de Pueblo Chico. A medida que Ariadna se adentra en el pueblo, sus propios vínculos con la historia silenciada comienzan a emerger. Pedro, en su papel de observador y protector de las memorias del lugar, se encuentra en una encrucijada donde el pasado y el presente colisionan, obligándolo a enfrentar los fantasmas de la guerra y la represión.
Edurne Portela explora en esta novela los peores instintos del ser humano, reflejados en una sociedad de posguerra que ha aprendido a convivir con el silencio y la opresión. Sin embargo, también ofrece una profunda reflexión sobre la necesidad de justicia y reconocimiento, y cómo su ausencia puede transformar la vida de alguien en un remolino de odio y tragedia. Con una prosa rica y compleja, la autora construye un relato que, aunque a veces nebuloso, logra sumergir al lector en el ambiente tétrico y silencioso de Pueblo Chico.
Pedro, como protagonista, es un personaje enigmático cuya complejidad refleja la ambigüedad de aquellos que han vivido demasiado cerca de la violencia. La novela también aborda temas universales como la incomprensión, la cobardía y la permisividad de una población que prefiere cerrar los ojos ante la injusticia. A través de los ojos de sus personajes, Portela nos muestra cómo el silencio, el rechazo y el odio pueden ser más dolorosos que cualquier golpe físico.
'Los ojos cerrados' es, en esencia, una declaración de intenciones. Nos invita a reflexionar sobre las consecuencias de no enfrentar la injusticia, de cómo el cerrar los ojos puede perpetuar el ciclo de la violencia. El final, cargado de un sabor agridulce, deja al lector con una sensación de inquietud y una comprensión más profunda de los múltiples tipos de violencia que pueden marcar la vida de una persona. En poco más de 200 páginas, Portela ofrece un retrato brutal y lúcido de una sociedad que lucha por encontrar un espacio de convivencia y solidaridad a pesar de sus heridas.
