En "Nadie muere la víspera", Manuel Vicent nos ofrece un compendio reflexivo y profundamente humano extraído de sus artículos publicados en El País durante los últimos cuatro años. Este no es un mero recopilatorio, sino una cuidadosa selección de textos que juntos forman un diario íntimo, un espejo del alma del autor y, en última instancia, de la propia vida. Vicent destila un núcleo de sensaciones, historias y visiones que trascienden la cotidianidad para abordar la esencia de nuestra existencia.
La obra se presenta como un dietario personal en el que cada entrada invita a los lectores a reflexionar sobre su propia vida, sus creencias y sus placeres. Es un viaje hacia una salvación personal, un paseo por esos momentos que nos definen, nos confunden y nos deleitan. Vicent escoge cuidadosamente aquellos instantes que, en su simplicidad o en su complejidad, nos hacen sentir vivos, nos hacen cuestionar y a la vez nos enseñan a valorar los pequeños gozos del día a día.
El autor transforma sus columnas periodísticas en algo más profundo, dotándolas de una nueva lectura y una trama que se entreteje a lo largo del libro. El hilo conductor es la idea de que, hasta que no enfrentamos la muerte, somos como inmortales cazadores de mariposas, siempre en búsqueda de belleza y significado en un mundo efímero. Esta metáfora conduce a una reflexión sobre la inmortalidad de los momentos que vivimos y cómo estos nos configuran.
"Nadie muere la víspera" se erige así como una obra que celebra la vida en todas sus formas, invitando al lector a participar en este viaje introspectivo. Con su estilo característico, Vicent ofrece una ventana a su pensamiento, una oportunidad para mirar hacia dentro y hacia fuera, para descubrir y redescubrir lo que realmente importa. A través de su prosa lírica y perspicaz, nos guía por un camino de autoconocimiento y apreciación de ese incesante fluir que es la vida.