"Niños del domingo", la segunda entrega de la trilogía familiar de Ingmar Bergman, se erige como una pieza central en su obra literaria, reflejando una profunda introspección en la figura paterna, en paralelo a "Conversaciones íntimas", dedicada a la materna. Ambientada en un bucólico fin de semana de verano, esta novela sumerge al lector en un entorno cargado de fantasía y emergentes deseos.
La trama se despliega alrededor del joven Pu, un niño de ocho años nacido un domingo, quien posee la peculiar capacidad de ver espíritus y entes sobrenaturales, a pesar de las rígidas negativas adultas que intentan confinar su realidad a lo tangible y visible. Este "niño de domingo" enfrenta, con una mezcla de inocencia y precoz madurez, los terrores de la vejez y la muerte, junto con los despertares de su sexualidad y una crisis temprana de fe. Estos temas se entrelazan con la vida pastoral de su padre, el pastor Bergman, y la figura carismática de Karin, creando un rico tapiz de emociones y conflictos internos.
La narrativa de Bergman, aunque escrita en sus años de vejez, resplandece con un estilo juvenil y desenfadado, el cual, lejos de restarle profundidad, dota a la obra de una agilidad y vibración cautivadoras. La sencillez engañosa y la perspectiva sensual de la mirada infantil dominan la estructura del relato, construyendo puentes invisibles hacia otras de sus obras maestras, como "Fresas salvajes".
"Niños del domingo" no solo es una exploración de los límites entre lo real y lo fantástico desde la óptica de un niño, sino también una profunda meditación sobre las relaciones familiares y la influencia paterna, temas recurrentes que Bergman ha sabido explorar tanto en su aclamado trabajo cinematográfico como en su literatura. Esta obra ofrece una oportunidad excepcional de adentrarse en las complejidades del alma humana a través de los ojos de uno de los creadores más introspectivos del siglo XX.