En su obra "Nota sobre la supresión general de los Partidos Políticos", Simone Weil aborda con profundidad y rigor crítico el concepto y la función de los partidos políticos, especialmente en el contexto europeo, diferenciándolos de su contraparte en los países anglosajones. Weil argumenta que, a diferencia de los sistemas de partidos en naciones como el Reino Unido, donde prevalece un elemento de juego y tradición aristocrática, los partidos políticos en el continente europeo tienden a degenerar en formas totalitarias de expresión, especialmente bajo presiones extremas como la guerra o situaciones políticas críticas.
La autora señala que la noción de partido no estaba presente en la ideología de la Revolución Francesa de 1789, pero emergió y se deformó durante el período del Terror, especialmente con el club de los jacobinos que pasó de ser un espacio de discusión libre a un partido totalitario. Weil utiliza este contexto histórico para explorar cómo los partidos políticos han llegado a ser aceptados como componentes esenciales de la democracia moderna, a pesar de que su existencia no necesariamente justifica su conservación o beneficio.
Simone Weil cuestiona profundamente si los partidos políticos contienen algún bien intrínseco que supere los males que producen. La autora se inclina a pensar que los partidos son fundamentalmente entidades perjudiciales, incapaces de producir buenos frutos, basándose en la premisa de que "un buen árbol jamás dará malos frutos, ni un árbol podrido buenos frutos". Desde esta perspectiva, Weil examina la legitimidad de las acciones y decisiones partidistas a través de criterios de verdad, justicia y utilidad pública, descartando la mayoría como ilegítimas y contrarias al bien común.
Finalmente, la obra invoca el pensamiento de Rousseau y su concepto de voluntad general como un ideal perdido en la práctica política contemporánea. Weil argumenta que aunque la intención original de Rousseau era que la razón guiara hacia la justicia y la utilidad, en realidad, los partidos políticos han desvirtuado este ideal al permitir que las pasiones y los intereses particulares prevalezcan. La autora concluye que la verdad y la justicia son absolutas y deben ser las guías de cualquier sistema político, rechazando la idea de que la unión y la fuerza material puedan surgir de la mentira y el crimen.
Simone Weil, con su análisis meticuloso y crítico, invita al lector a reconsiderar la estructura y el propósito de los partidos políticos, sugiriendo que tal vez la verdadera democracia requiera ir más allá de las convenciones partidistas actuales para encontrar formas más justas y verdaderas de gobernanza colectiva.