En su última obra, ¡Oh, este viejo y roto violín!, León Felipe se despide del mundo con la majestuosidad que solo un poeta de su talla puede ofrecer. Este libro se presenta como un testamento poético, una confesión íntima y sincera donde el autor se enfrenta a sus errores, nostalgias y reflexiones desde la serenidad de la vejez. Prologado por Manuel Lacarta, quien ya había acompañado al poeta en anteriores publicaciones, el libro se convierte en un diálogo conmovedor entre el pasado y el presente, entre lo vivido y lo soñado.
León Felipe, a través de versos cargados de una profunda introspección, se arrodilla metafóricamente ante aquellos a quienes ha ofendido, pidiendo perdón a un mundo que ya no puede escucharle. La impotencia de no poder enmendar sus errores se convierte en un canto a la humildad y al arrepentimiento, en un momento donde el tiempo y la memoria comienzan a desvanecerse. La palabra "perdón" se erige como el último baluarte en su mente, una palabra que resuena con insistencia mientras las demás se desvanecen en el olvido.
El libro también explora la trivialidad de la existencia humana, describiendo con cierta resignación cómo todo, desde las heridas hasta las lágrimas, se convierte en simples "juguetes" con el paso del tiempo. Sin embargo, en medio de esta reflexión sobre la futilidad, León Felipe encuentra un propósito, comparándose con David y sus piedras, listo para desafiar a los mayores males, simbolizados por un moderno Goliat.
En una de las secciones más impactantes, el autor confronta a poetas clásicos como Dante, Blake y Rimbaud, sugiriendo que su visión del infierno palidece ante los horrores contemporáneos como Auschwitz. Con una voz firme y llena de autoridad, León Felipe reclama un silencio respetuoso ante el sufrimiento indescriptible de un niño judío, aislado y a la espera de su destino en los hornos crematorios. Aquí, el "violín" que metafóricamente representa su arte y su voz se rompe, incapaz de sonar en medio de tal dolor.
Con ¡Oh, este viejo y roto violín!, León Felipe nos ofrece no solo un legado literario, sino un reflejo de la condición humana, de la fragilidad del arte ante la magnitud del sufrimiento, y de la eterna búsqueda de redención. Un testamento poético que permanece como un eco inquebrantable en la historia de la literatura de habla hispana.