Todavía crece la hierba, una de las primeras obras literarias de Arthur Miller, publicada en 1938, ofrece una perspectiva temprana y reveladora sobre los temas que dominarían su obra posterior. Escrita mientras Miller era un estudiante en la Universidad de Michigan, la novela se sumerge en la vida de Benny, un joven que lucha por encontrar su identidad en un mundo que parece estar constantemente en contra de sus sueños.
La historia se desarrolla en la Nueva York de la Gran Depresión, reflejando la realidad económica y social que también afectó profundamente a la familia de Miller. Benny, el protagonista, trabaja en un almacén para sustentar sus estudios, un paralelo directo a la vida temprana del propio autor. A lo largo de la novela, Benny se enfrenta a la disyuntiva de seguir el camino establecido por las expectativas sociales y familiares o perseguir sus verdaderas pasiones, un tema recurrente en muchas obras de Miller.
El título de la obra, Todavía crece la hierba, simboliza la persistencia y la resistencia en tiempos de adversidad. A través de su narrativa, Miller explora cómo, a pesar de las presiones y los desafíos, hay una fuerza vital que persiste en cada individuo, una especie de resistencia interna que no se puede extinguir fácilmente. Esta obra no solo establece las bases de los temas de Miller sobre la lucha humana y la justicia social, sino que también muestra su habilidad para capturar la esencia de la experiencia estadounidense.
Aunque menos conocida que sus dramas aclamados como Muerte de un viajante o Las brujas de Salem, Todavía crece la hierba es crucial para entender el desarrollo temático y estilístico de Miller. La novela es un testimonio de su creciente preocupación por los problemas sociales y su deseo de destacar la lucha del individuo contra un sistema a menudo opresivo y alienante.
En resumen, Todavía crece la hierba no solo es una exploración de los dilemas sociales y personales, sino también una pieza fundamental para comprender la evolución de uno de los dramaturgos más importantes del siglo XX. Arthur Miller, en esta obra, ya empezaba a perfilar lo que sería una carrera literaria emblemática, marcada por su agudo análisis de la condición humana y su incansable búsqueda de justicia social.